Marcelo Martín: Ensamblajes (encajar la vida o la vida en cajas)

Marcelo Martín: Ensamblajes (encajar la vida o la vida en cajas)

Marcelo Martín y la nueva vida de los objetos desahuciados

Siempre pensé que el proceso de formación, desde la educación escolar hasta el último día en que se vive que es cuando, indefectiblemente, uno deja de aprender, consiste en mantener aceitado eso que llamamos “cajonera mental”: una clasificación organizada de saberes, vínculos, emociones, cuyos “cajones” son plausibles de mutación por efecto de las experiencias. Esos cajones, a lo largo del tiempo, se van llenando de datos, informaciones y recuerdos, que suelen llegar de manera individual, y a los cuales vamos “metiendo” allí para crear nuestras conexiones con lo que ya había adentro. Y también para evitar que queden en un limbo y perderlos. Al menos aquellos que consideramos pueden seguir siendo útiles.

Me acordaba de esto viendo las cajas de mi amigo Marcelo Martín y leyendo acerca de los procesos vitales que lo condujeron a ellas, o al menos las explicaciones que él encontró para justificar su aparición. Marcelo es un acumulador compulsivo de objetos pequeños, y roza el apelativo de acopiador irredento de basura, porque desde chico le metieron en la cabeza que las cosas materiales también tienen alma. Y no tiene valor para tirarlas sin intentar alargarles la vida. Claro, tuvo que buscarse una estrategia para lograr su cometido, que no lo tildaran de “raro” y, por supuesto, descomprimir la presión familiar de desalojar los altillos de casa repletos de objetos inútiles. En cierta manera hacer aquello que escribiría el poeta uruguayo Luis Ramón Igarzábal y cantarían Piero y Mercedes Sosa: “hay que sacarlo todo afuera, como la primavera”.

No vamos a hacer acá una especie de genealogía del ensamblaje artístico —en esta tradición encajan las cajas de Marcelo—, ya que es larga en tiempo, amplia en ejemplos, variopinta en concreciones. Muchos han sido y son los creadores que recurren a “objetos encontrados” para encerrarlos y delinear nuevos universos. Esas cárceles de cosas pueden ser cristalizadas en pequeñas cajitas o en grandes espacios; Marcelo empezó por aquellas pero aspira a tener ocasión de aplicarse en formatos mayores: lo mismo que hizo como museógrafo en tantas ocasiones, pero con objetos compilados y seleccionados por él, en una suerte de concierto total. Sueña con que algún día le den vía libre para diseñar una vidriera (lo que acá en España llaman “escaparate”).

Los ensamblajes, o “montajes” —hasta podríamos hablar de collages tridimensionales—, en gran medida están concebidos a partir de materiales naturales y objetos a priori desprovistos de cualidades artísticas pero dotables de ellas a partir de la mano de quien las manipula en actos de creación. El repertorio de Marcelo en este sentido es versátil: aprovecha, antes de tirarlo, el pasaporte vencido; dólares falsos o también billetes auténticos de países a los que tardará en regresar y de los que sabe que, cuando ello ocurra, van a ser despreciados hasta como propina; las tarjetas de crédito vencidas y que, en lugar de hacerle caso al banco y cortarlas, las encajona; piñas y ramas secas, como aquellas con las que llenó una maleta cuando regresaba de las Canarias y que tuvo la suerte de que no se la retuvieran en el aeropuerto y lo tomaran por loco; huesos de bichos que se comió en familia; fragmentos de cerámica reconstruidos en trencadís en un claro homenaje gaudiano; etiquetas de té y yerba misionera que lo enlazan a la evocación patria; fondos con mapas, uso de postales viejas u otros recuerdos de viaje que lo atan —más ahora— a la nostalgia del desplazamiento. Y la tan argentina caja en donde, siguiendo la sentencia de Hernán Casciari, se enfrentan por un lado Borges y Messi (la perfección) y por otro Cortázar y Maradona (la rebeldía), en una cancha repleta de público.

Así, pues, Marcelo, a través de sus cajas, encontró una manera de hacer converger sus gustos, manías y pulsiones: seguir siendo el “constructor” que era desde niño; dar nueva vida a objetos sentenciados a muerte y eternizarlos; alternar la espontaneidad creativa y el azar con los que asume algunos de esos “montajes” con un ejercicio más controlado y hasta intelectualizado, juntando objetos de naturaleza similar para darles un sentido de conjunto; seguir pensando en función del espacio íntimo. Justamente, en esa creación de relaciones conceptuales radica la posibilidad de que los objetos adquieran esas semánticas alternativas, a la vez que —paradojalmente— los libera de las ataduras de depender de sistemas predeterminados. Y en esas nuevas significaciones se embarcan la memoria, el presente y los sueños de Marcelo Martín. En esas cajas puede encontrarse a sí mismo, pero también ellas pueden fungir de espejo y sedimento de lo que, en el fondo, todos somos un poco.

 

Rodrigo Gutiérrez Viñuales
Granada, 11 de abril de 2021

 

Marcelo Martín


Buenos Aires, Argentina

En junio del 54 le quedaba un año al gobierno de Juan Domingo Perón. Su primer cumpleaños se hizo en casa, escuchando los aviones que bombardeaban la Plaza de Mayo. Cuarenta años después se nacionalizó español.

En 1980 se titula de arquitecto por la Universidad de Buenos Aires y una década después se homologa su título en España.

Durante ese mismo período de su vida, ingresa como redactor a la Revista summa, de arquitectura, tecnología y diseño y se retira para cambiar de país y de vida. Es esta la más fructífera etapa de su vida profesional, hace crítica de arquitectura, viaja por Latinoamérica, es parte de la organización de los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana y padre de dos hermosas niñas, Sol y Luz.

En el año 2022 habrá vivido tantos años en Argentina como en España.

En Sevilla trabaja en Obras Públicas, oficina de Fomento de la Arquitectura, y en Cultura, Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico hasta que en el 2001 se hace autónomo y descubre que la gestión cultural, la museografía y el diseño de publicaciones es totalmente compatible con una vocación artística que estaba latente.

Su producción de centros de interpretación y pequeños museos locales, paralelamente a la docencia y la publicación de artículos y conferencias lo llevan por toda Andalucía y gran parte de España. Esta vida ajetreada lo aleja de su primera familia y funda una segunda, hijo andaluz incluido.

Esta última década  la dedica a la docencia de posgrado y la gestión cultural, produce un master que no llega a ver la luz, intenta un portal iberoamericano de patrimonio P&S Patrimonio y Sociedad (Facebook) y gana en equipo el diseño del Museo de la Macarena, Sevilla y El parque de Los Cuentos en Málaga, para la Consejería de Cultura.

2005 expone por primera vez sus ensamblajes en la Galería del Corral en Sevilla.

2007 Proyecto Atalaya. Pixeladas III Instalación escultórica en la Universidad Pablo de Olavide. “Los sueños de la razón crean monstruos”, Sevilla. 2do Premio.

2017 exposición de pinturas y conferencia sobre arquitectura vernácula en Fuenteheridos, Huelva.

Cartelón ENSAMBLAJES baja

Sala Rivadavia
Del 15 de julio al 4 de septiembre de 2021

Horario

Martes a viernes
De 11:00 a 14:00 y de 18:30 a 21:00 h.

Sábados
De 11:00 a 14:00 h.

Lunes, domingos y festivos
Cerrado

Documentos:

Cuadernillo Rivadavia 2

Número 2 del Cuadernillo Rivadavia, dedicado a la exposición "Ensamblajes (encajar la vida o la vida en cajas)", de Marcelo Martín

Vídeo invitación