Iván Ruso

No hay más. Grafito y papel. Blancos limpios, negros poderosos y unos grises bien repartidos. Ya está, no hace falta más para conseguir que una pieza pequeña de papel nos mueva por dentro con la misma fuerza que lo hace un dibujo bien ejecutado.

Iván Ruso

Iván Ruso nació en Barcelona un 13 de marzo de 1973.

Casado y con dos hijos, este ilustrador afincado en Hospitalet de Llobregat ha realizado decenas de portadas para libros en diversas editoriales. Además, ha participado en cortometrajes cinematográficos como artista conceptual, diseño de personajes...

Ha realizado portadas de discos, diseños publicitarios y colabora eventualmente realizando cómics en la revista Cthulhu de Diábolo Ediciones. Es el creador del terrorífico personaje Aquel extraño hombre alto, que sirvió de base para una antología publicada por la editorial Palabras de Agua en la que participaron más de una docena de escritores que dieron su visión, mediante relatos, de este interesante personaje.

Ha realizado un gran número de retratos a grafito que han sido recopilados, en su mayoría, en un libro. Es gran aficionado a los cómics, al cine y le encanta cocinar.

 

Autor Ruso

¿Cómo empecé a hacer retratos?

¿Y cómo empecé a hacer retratos? Pues empecé sin planearlo, cuando a mi hijo y a todos sus compañeros de clase les pidieron buscar personajes históricos. Cada niño debía elegir a uno diferente y votarían por el que más les gustase para que la clase llevara el nombre de ese personaje. Mi hijo eligió a Abraham Lincoln y fue votado por la mayoría de sus compañeros decidiendo así que la clase se llamase “Clase Lincoln”. El profesor, sabiendo que a mí se me daba bien esto de dibujar, le pidió a mi hijo que si podía hacer un dibujillo de Lincoln con el que harían fotocopias que se usarían para que cada alumno las pegara en su carpeta de trabajos escolares.

¿Cómo empecé a hacer retratos? (II)

Mi hijo, ilusionado porque su personaje había sido elegido y porque el profesor le había pedido que su padre hiciera un dibujo de Lincoln para decorar sus carpetas, me lo pidió con esa alegría de sentirse ganador en cuanto me vio en la puerta del colegio esperándole. Imposible negarse ante aquel acoso maravilloso.

Había comprado hacía algún tiempo un sketchbook y aún no había dibujado nada en él. Estaba en blanco a la espera de ser usado. Si no había dibujado nada en el sketchbook era porque no se me ocurría nada con qué rellenar todas esas páginas en blanco, hasta que llegó el “encargo” de mi hijo. Fue el primer retrato dibujado en el sketchbook y fue lo que me dio la idea de rellenar aquellas páginas con retratos.

¿Cómo empecé a hacer retratos? (y III)

Hice muchos, pero llegó un momento en el que me apetecía trabajar en tamaños más grandes y dejé a un lado el sketckbook, que, además de ser algo incómodo para dibujar retratos, el papel no era de mi gusto. Bueno, a un sketchbook no se le puede pedir más. Realicé el retrato de Lincoln a lápiz y lo escaneé para entintarlo digitalmente y ponerle un fondo.

Todo tiene un principio y así fue el mío en el mundo del retrato.

Iván Ruso

Iván Ruso, cuando el dibujo no necesita más

El disfrute del arte es muy variado y tiene múltiples matices, seguramente tantos como personas que se enfrentan a una pieza cualquiera. A veces, apetece sumergirnos en una obra que te lleve a profundas reflexiones y cavilaciones, a hacerte preguntas y tratar de encontrar respuestas, y, otras, basta con ver un trabajo bien planteado, ejecutado y resuelto para que ese disfrute llegue en toda su plenitud.

Con el dibujo de Iván Ruso me pasa justamente eso. No necesito rebuscar en su factura una trascendencia que no tiene y que, a buen seguro, el autor tampoco persigue. No preciso entender que detrás de esos trazos de grafito se encuentra la respuesta a quiénes somos y de dónde venimos. Simplemente con la mera contemplación de sus dibujos -y sin saber muy bien por qué- experimento el mismo placer que tendría si estuviera frente a otro trabajo de motivaciones y raíces más sesudas.

Lo que hace Iván es dibujo, puro dibujo, quizás en su máxima expresión. El trazo, la combinación de esos blancos inmaculados con esos negros rotundos, que pugnan con una gama de grises por dominar el resultado final, son elementos básicos, y a la vez fundamentales, para disfrutar dejándonos llevar por lo que tenemos ante nosotros. No hay más. Grafito y papel. Blancos limpios, negros poderosos y unos grises bien repartidos. Ya está, no hace falta más para conseguir que una pieza pequeña de papel nos mueva por dentro con la misma fuerza que lo hace un dibujo bien ejecutado.

Y es que, en el fondo, Iván Ruso no es sino un poderoso traductor de imágenes icónicas. Un traductor que elige imágenes, conocidísimas algunas, de personas y personajes a las que admira -músicos, cantantes, actores y actrices, escritores...- que hemos visto anteriormente en formato fotográfico en multitud de ocasiones y que ahora, por el arte y la magia del lápiz de Ruso, las vemos traducidas al dibujo que nos ocupa. Y no es lo mismo. Siempre he defendido que por muy real o muy fotográfica que pueda ser una obra de arte -un dibujo, una pintura...-, comunica de manera diferente a como lo hace la fotografía en la que se ha basado el trabajo artístico. Podemos haber visto muchas veces las fotografías de Marty Feldman, Keith Richards, Morgan Freeman, Sid y Nancy o el mismísimo Frankenstein que Iván ha utilizado como referencias para hacer sus dibujos, pero, reconozcámoslo, al verlos ahora dibujados de esta manera las sensaciones experimentadas son diferentes.

Como decía anteriormente, no necesito más del trabajo impecable de Iván Ruso. Con lo que hace, con sus rostros de grafito, me doy por satisfecho. Me queda, eso sí, la duda de hasta dónde podría llegar el artista si se lanzase a ejecutar obras más basadas en reflexiones personales, en un análisis del mundo que le rodea, en preguntas sin respuestas aparentes, en definitiva, en las cuestiones eternas que habitan en las obras de arte. Seguramente, si eso ocurriera, estaríamos frente a un artista enorme, pleno, que nos sorprendería a todos y todas. Aún más.

Paco Mármol
Comisario

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