La vida Baena Soberli: Pepe Baena Nieto
Las imágenes representan la mirada y no la realidad.
Bernard Noel
Fotografiamos cosas del mundo que nos atraen a muchos, porque compartimos un ideal de armonía, de belleza, de emotividad reflejada. Todos recordamos momentos de esos que representa Pepe en su pintura. Una secuencia de miradas entre la familia, costumbres de una casa y anécdotas. Momentos de intimidad y cercanía que juegan con nuestra nostalgia y empatia. Pepe nos coloca ahí en medio.
Entiendo que esta reacción del espectador se produce porque no hay un solo momento de extrañeza que rompa el contacto directo. La mirada no inquieta porque no procede de otra parte, la mirada la marca Pepe, o más bien la familia porque esta es la que es por cómo nos posiciona. Esta figura dentro de la familia posibilita una mirada de frente. Pepe en mitad de todas esas escenas que ocurren de verdad, ocurren con la misma naturalidad como si nosotros no fuésemos a verla. No se rompe esa belleza de lo cotidiano.
Pepe trabaja a partir de las personas que le interesan, le rodean y que le importan, en los lugares que vive y conoce. Se relaciona con su familia también para inventar sus pinturas. Un universo privado, el de la pintura y el de la casa, en los que se supone que vive el mundo subjetivo.
El tema de La vida Baena Soberli es una intimidad expuesta.
Algo que se supone que pertenece a muy pocas personas.
Desde otro punto de vista, es costumbre hoy día exponer nuestras vidas a través de redes sociales y hay mucho escrito sobre esto. Pepe no las usa de esa manera, el sube su pintura. No creo que subiese nada de esto si fueran las fotos, tal cual, que después sí usa para pintar sus cuadros. Aquí pasa algo, diferente.
Nos detenemos ahora en esta historia de cómo separamos la imagen de la pintura, aunque la pintura también es imagen y doblemente (mineral y espectral). Y de cómo esto genera un tipo de vínculo especial entre los cuerpos y las imágenes, algo tan profundamente humano como la comunicación.
La pintura retiene y guarda. Pepe registra la intimidad, lo cotidiano con pintura, que es diferente a lo que hace la foto impresa o la digital. Inscribe en lo mineral porque los recuerdos se costruyen de la imaginación. Es como una lucha contra el tiempo rápido que corren las familias transformándose, donde las identidades son solo un lugar de paso, mutable e intercambiable. La imagen pictórica tiene otro tiempo. Estos tiempos son imperecederos porque pertenecen al pasado, al presente y al futuro. La extensión de la pintura se prolonga tanto como la experiencia emocional de la relación del autor con esos momentos, con esas personas.
Pepe trabaja sobre una realidad dada para ofrecer una nueva continuidad de significados sin necesidad de ser renovada pero sin renunciar a las posibilidades de la estética formal. Él, es un pintor puro, no niega lo simbólico en su pintura sino que más bien se acerca a lo real, a la realidad más allá del arte. En este caso, lo real como aquello que no puede ser dicho o representado sino presentado de una forma concreta con la pintura, porque lo real excede a cualquier teorización; es el punto ciego del lenguaje. Un movimiento en busca de la verdad oculta, de las historias de las personas, desde la naturalidad.
La mirada del pintor transforma porque los ojos se vuelven manos que impregnan de gesto. Pepe le da al ojo nada más que lo que puede tomar. Para entender la experiencia, a veces, es necesario transformarla, darle forma, sacarla afuera para así poder mirarla. Una Low resolution que es más un juego de pinceladas y claroscuros que de descripción y temperatura.
Una imagen de la que se empapa nuestra memoria.
Ignacio Estudillo
Compartir en Delicious
Compartir en Facebook
Compartir en LinkedIn
Compartir en Twitter